¿Qué se mide en un perfil hepático?

Cuando el médico tiene sospechas de que tenemos algún tipo de problema hepático, normalmente nos va a pedir un análisis de sangre para valorar la función hepática. Como hemos visto en la entrada anterior, el hígado tiene muchas funciones diferentes. En un perfil hepático vamos a analizar si el hígado realiza correctamente las funciones de detoxificación y excreción y la función biosintética.

Para analizar si el hígado lleva a cabo correctamente su función biosintética, vamos a analizar la producción de albúmina y factores de coagulación. Como hemos visto en la anterior entrada, una de las funciones del hígado es sintetizar estos componentes.

La albúmina es la principal proteína que encontramos en la sangre, y tiene como principal función el mantenimiento del volumen sanguíneo gracias a un fenómeno denominado presión oncótica, y también interviene en el transporte de muchas moléculas insolubles en agua, como ácidos grasos libres, bilirrubina no conjugada, hormonas liposolubles y hormonas tiroideas, y contribuye al control del pH sanguíneo. Esta proteína tiene una vida media de 20 días, por lo que podremos determinar si hay una afección hepática crónica.

La disminución de la concentración de albúmina sérica nos puede indicar que hay una enfermedad hepática crónica, pero también puede deberse a una malnutrición, ya que no hay nutrientes suficientes para que se dé la síntesis de esta y muchas otras proteínas. Cuando este descenso se debe a la malnutrición, normalmente se ve acompañado de la acumulación de líquido en el abdomen por efectos osmóticos, que se denomina ascitis.

El hígado es el encargado de la síntesis de la mayoría de los factores de coagulación, de la eliminación de los factores activados y la regulación del metabolismo del factor de coagulación VIII. Para analizar si el hígado está realizando correctamente la síntesis de estos factores de coagulación se mide el tiempo de protrombina, que es el tiempo necesario para generar el coágulo. Le tiempo de protrombina aumenta en las enfermedades hepáticas crónicas, colestasis, fístula biliar, pero también cuando hay falta de vitamina K o problemas en la absorción de esta vitamina, por lo que habría que evaluar si al suministrar vitamina K el tiempo de protrombina vuelve a la normalidad.

Cuando lo que queremos es evaluar la función de depuración y excreción del hígado, analizaremos la concentración de cuatro enzimas en la sangre: las transaminasas ALT y AST, la fosfatasa alcalina y la gamma-glutamil transpeptidasa, así como la presencia de bilirrubina en la sangre.

Las transaminasas son enzimas que se encargan de transferir grupos amino de una molécula a otra. En el perfil hepático, analizamos la presencia en sangre de dos transaminasas: la aspartato amino transferasa (AST) y la alanina amino transferasa (ALT). 

La AST es un enzima que se localiza en el citoplasma y en las mitocondrias de los hepatocitos, pero también en otras células como el músculo, el cerebro o los riñones. Este enzima, también denominado glutamato-oxalacetato transaminasa (GOT), lleva a cabo la reacción de transferencia de un grupo amino desde el L-aspartato al α-cetoglutarato, obteniéndose L-glutamato y oxalacetato. Además de sobre aspartato, puede actuar sobre la tirosina, la fenilalanina o el triptófano.

Reacción típica catalizada por la AST

La liberación de este enzima a la sangre es un marcador muy sensible de daño hepático, ya que aumenta mucho su concentración en sangre ante la muerte de los hepatocitos, pero es muy poco específica, ya que su presencia en la sangre puede deberse también a patologías como el infarto agudo de miocardio o anemia hemolítica aguda.

La ALT es un enzima que se localiza en el citoplasma de los hepatocitos, y es más específica del hígado que la AST. Este enzima, que también se denomina glutamato-piruvato transaminasa (GPT), y cataliza la reacción de transferencia de un grupo amino desde la alanina al α-cetoglutarato para formar piruvato y glutamato.

Reacción catalizada por la ALT

Cuando encontramos estas transaminasas en sangre, quiere decir que se están liberando al medio externo porque se están muriendo los hepatocitos. Esto es en parte normal, debido a la renovación del tejido, pero cuando las concentraciones son muy elevadas, sospechamos que hay una lesión hepática aguda. Solo con estos valores no podemos diagnosticar una lesión hepática, puesto que niveles elevados en sangre de estas transaminasas también pueden deberse a infarto de miocardio, lesiones musculares o cambios en el sistema nervioso central. Si bien no son muy específicas para el diagnóstico, nos permiten hacer un buen seguimiento de la enfermedad.

Además, la relación entre AST y ALT nos puede ayudar a diferenciar una hepatitis alcohólica de otros tipos de problemas hepáticos, ya que en la hepatitis alcohólica el cociente entre AST y ALT es mayor de 2.

La fosfatasa alcalina es un enzima que se encarga de eliminar los grupos fosfato de muchas moléculas diferentes. Este enzima está presente en muchos tejidos, especialmente en huesos, hígado, placenta, intestino y riñón. Cuando los niveles de fosfatasa alcalina en sangre son elevados, podemos estar ante una lesión hepática, pero también se ven aumentados en enfermedades óseas, neoplasias, metástasis, carcinoma hepático, pero también durante el crecimiento de los niños y durante el embarazo.

La gamma-glutamil transferasa es un enzima que interviene en los procesos de degradación y desintoxicación de fármacos y drogas, por lo que es esencial en el hígado. Además de en este tejido, podemos encontrarla en los riñones, páncreas, bajo, corazón y cerebro. Su concentración en sangre aumenta cuando hay una colestasis o una hepatitis alcohólica, y en caso de infarto agudo de miocardio aumenta a los 4-10 días de haberse producido.

la bilirrubina es un producto que se obtiene de la degradación del grupo hemo. Como hemos visto en la entrada El superhéroe de tu cuerpo, cuando los glóbulos rojos ya no pueden realizar su función, son fagocitados por las células de Kupffer. Estas células van a reciclar todos los componentes de los eritrocitos, menos la hemoglobina, que ellos no pueden procesar. Esta hemoglobina va a ser convertida a bilirrubina en el bazo, y viajará unida a la albúmina hasta el hígado, donde se conjuga con ácido glucurónico para hacerla más soluble. 

La bilirrubina conjugada se excreta por la bilis al duodeno, donde ayuda a la digestión al solubilizar las grasas. Parte de esta bilirrubina conjugada se reabsorbe en el intestino y vuelve al hígado para ser reutilizada, mientras que el resto es metabolizado por la microbiota intestinal, generando estercobilinógeno y urobilinógeno. El estercobilinógeno se transforma en estercobilina, que es responsable del color de las heces, mientras que el urobilinógeno se absorbe en el intestino y es expulsado por la orina en forma de urobilina, siendo responsable del color de la orina. 

Así, para determinar si hay algún problema hepático, podemos determinar la presencia de varios tipos de bilirrubina en la sangre: la bilirrubina conjugada, la bilirrubina no conjugada y la bilirrubina total, pero también podemos determinar la presencia de bilirrubina en la orina y medir la cantidad de urobilinógeno en la orina. 

Podemos ver un aumento de la concentración de bilirrubina en sangre en casos de anemia hemolítica, cuando los hepatocitos no son capaces de conjugar la bilirrubina, bien por inmadurez hepática o por lesiones en los hepatocitos, o cuando esta bilirrubina conjugada no puede expulsarse porque se han atascado los conductos biliares (colestasis)

Si analizamos la bilirrubina en la orina, normalmente no veremos bilirrubina indirecta, ya que es insoluble, pero sí que podemos ver pequeñas cantidades de bilirrubina directa en la orina, así como de urobilinógeno. Cuando la concentración de bilirrubina directa en la orina es alta, podemos estar ante un problema hepatobiliar, y veremos además que la orina tiene un color más oscuro de lo normal (coliuria). En cuanto al urobilinógeno, los niveles en la orina pueden aumentar por hemolisis intensa y disminuir por una colestasis, lo que normalmente va asociado también con heces más claras de lo normal (hipocolia o acolia en el caso de que no tengan color). 

Por último, podemos pedir una prueba que nos mida la concentración de amonio en sangre, que nos va a permitir detectar una insuficiencia hepática avanzada, puesto que los hepatocitos no pueden transformar el amonio en urea, y el amonio se acumula en la sangre, lo que se conoce como amoniemia. Esta situación es muy peligrosa, puesto que el amonio es muy tóxico para el sistema nervioso, por lo que de no detectarse a tiempo, podría provocar encefalopatías.

Como resumen, en la tabla vemos los valores de referencia de cada uno de los parámetros que pueden medirse en un panel hepático, y los cambios que indican que algo va mal en el hígado del paciente.

Valores de referencia para los parámetros que pueden determinarse en un perfil hepático

Por último, otros laboratorios como el de inmunología o el de microbiología podrán determinar si estamos ante una enfermedad autoinmune, un tumor hepático o una hepatitis vírica, por medio de otro tipo de pruebas, como la determinación de la presencia de anticuerpos antimitocondriales, la presencia de marcadores tumorales como la α-fetoproteína o las serologías para determinar la presencia de antígenos de virus que puedan causar afecciones hepáticas.

Por último es muy importante considerar que únicamente con los resultados de un panel hepático nunca vamos a ser capaces de diagnosticar ninguna patología, puesto que los indicadores que se usan no son específicos de hígado y pueden verse afectados, como hemos visto, en otras patologías, por lo que siempre es necesario complementarlo con una buena historia clínica y exploración del paciente, y si fuera necesario, con un técnicas de imagen como la ecografía o la resonancia magnética.

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