El bueno, el malo...¿Y el feo?

-Me ha salido un poco alto el colesterol, pero como es el bueno no pasa nada.

-Jo, pues yo tengo el malo por las nubes.

Seguro que habéis oído frases como estas en algún momento de vuestras vidas. ¿Pero qué es esto del bueno y del malo? ¿Estamos acaso en una película del oeste? No, el colesterol no es malo, de hecho, es esencial para nuestra vida. Este compuesto es el precursor, el esqueleto químico que es necesario para la síntesis de algunas hormonas y de la vitamina D, pero también es un componente imprescindible de las membranas de nuestras células. 

La membrana es la frontera entre la célula y todo lo demás, es lo que delimita las células. Esta barrera tiene tres componentes: fosfolípidos, colesterol y proteínas. Los fosfolípidos forman una doble capa que es lo que hace que la membrana actúe como una barrera, impidiendo que la mayoría de las sustancias la atraviesen. En esta doble capa de fosfolípidos se insertan proteínas que le añaden otras funciones, como favorecer el transporte de determinadas moléculas, como los transportadores de glucosa, o interaccionar con el medio, como los receptores de hormonas. Pero si tenemos solo fosfolípidos y proteínas, la membrana va a ser muy rígida, los fosfolípidos van a estar muy unidos unos a otros. Esto va a hacer que ninguna molécula pueda atravesar la membrana, y que las proteínas que están insertadas no puedan moverse a lo largo y ancho de la misma, sino que estarán atrapadas. Es el colesterol lo que aporta la fluidez a la membrana. Sin colesterol nuestras membranas no podrían funcionar como lo hacen.

Pero, si el colesterol es esencial para que estemos vivos, ¿por qué decimos que hay colesterol malo? El momento en el que el colesterol puede darnos problemas es cuando viaja por la sangre, y para entender por qué decimos que hay colesterol bueno y malo, tenemos que entender cómo hace ese viaje.

El colesterol es un lípido, cuando lo ponemos en agua se comporta de forma parecida al aceite. Todos hemos visto alguna vez que si ponemos en el mismo vaso un poco de agua y un poco de aceite, no se mezclan, el aceite queda por encima del agua, formando dos fases completamente diferentes. Esto se debe a que el aceite es menos denso que el agua, pero también a que aceite y agua tienen diferente naturaleza.

El aceite y el colesterol tienen una característica muy importante en común: son hidrofóbicos, no "están cómodos" en disolventes como el agua, es como si les diera asco. Este tipo de moléculas van a hacer todo lo posible por no estar en contacto con el agua, de forma que se juntarán entre ellas para mantener lejos al agua. Por este motivo se forman dos fases cuando intentamos mezclar aceite y agua.

Entonces, si el agua y los lípidos no se mezclan, ¿cómo es posible que se transporten los lípidos por la sangre, si la sangre es fundamentalmente agua? Los triglicéridos, ácidos grasos libres y colesterol se transportan en el interior de unas partículas formadas por lípidos y por proteínas: las lipoproteínas.

Estas lipoproteínas son pequeñas gotitas de lípidos, que son insolubles en agua, rodeados de una única capa de fosfolípidos, que son anfipáticos, tienen una parte a la que le gusta estar en contacto con el agua, lo que llamamos la cabeza polar, y una parte a la que no le gusta nada estar rodeada de agua, lo que llamamos las colas apolares. En esta capa de fosfolípidos encontramos proteínas insertadas, llamadas apolipoproteínas, que son fundamentales para la estructura de la partícula, pero también para activar a las diferentes enzimas que van a actuar sobre la lipoproteína o para ser reconocidas por los diferentes tejidos. Existen cuatro tipos de lipoproteínas en la sangre, que diferenciamos en función de su densidad. 

Quilomicrones

Cuando clasificamos las lipoproteínas en función de su densidad, nos encontramos que las menos densas son los quilomicrones. Estas lipoproteínas se encargan de recoger los lípidos absorbidos por el intestino. Las grasas que predominan en nuestra dieta son normalmente los triglicéridos: tres moléculas de ácido graso unidas a una molécula de glicerol. Durante la digestión, dos de los tres los enlaces que unen los ácidos grasos al glicerol se rompen por acción de la lipasa pancreática, obteniéndose dos ácidos grasos libres y una molécula de 2-monoacilglicerol: un glicerol con un ácido graso unido en el segundo carbono. Tanto los ácidos grasos libres como las moléculas de monoacilglicerol se van a absorber en el intestino, pasando al interior de las células que forman la pared intestinal: los enterocitos.

Una vez dentro de los enterocitos, los ácidos grasos y el monoacilglicerol se van a volver a unir formando triglicéridos, que junto con el colesterol de la dieta, se van a incorporar a los quilomicrones.  Además de contener triglicéridos y colesterol, los quilomicrones están formados por fosfolípidos y las proteínas ApoB-48, ApoC-II, ApoE y ApoA-I. Cada una de estas proteínas tiene una función. La ApoB-48 es la principal proteína estructural de los quilomicrones, ApoC-II, además de esta función estructural, esta proteína regula cómo se van vaciando los quilomicrones a su paso por los tejidos y ApoE es esencial para el reciclaje de los quilomicrones en el hígado. 

Cuando los quilomicrones ya se han llenado en el intestino, comenzarán su viaje, primero por la linfa y luego por la sangre, para repartir los triglicéridos por todos los tejidos. En este reparto es esencial la proteína ApoC. Tenemos dos tipos de proteínas Apo C: la ApoC-II y la ApoC-III, que tienen funciones contrarias, antagónicas. ApoC-II se encarga de estimular el vaciado de los quilomicrones, activando a un enzima llamado lipoproteínlipasa (LPL). Esta proteína se sitúa unida a las células que recubren el interior de los vasos sanguíneos. Cuando pasa un quilomicrón que expone una proteína ApoC-II cerca de la lipoproteínlipasa, ambas proteínas se van a unir y la LPL comienza a romper los triglicéridos en ácidos grasos, que salen del quilomicrón y son tomados por las células musculares y los adipocitos principalmente. En cambio, ApoC-III, también se une a la liproteínlipasa, pero en este caso para inhibir su actividad, evitando que se liberen ácidos grasos en los tejidos.

Así, los quilomicrones se van vaciando a su paso por los tejidos, obteniendo al final unas partículas más pequeñas y un poco más densas, que casi no tienen contenido en triglicéridos, sino que la mayor parte de su contenido es colesterol. Estas partículas que resultan del vaciado de los quilomicrones se llaman quilomicrones remanentes. Estas partículas son captadas por el hígado gracias a la proteína ApoE, que se une a un receptor específico en la superficie de los hepatocitos.

VLDL

Los triglicéridos y el colesterol que quedaban en los quilomicrones remanentes se incorporan a unas nuevas partículas, junto con otras moléculas de triglicéridos y colesterol que sintetiza nuestro propio cuerpo en los adipocitos y el hígado respectivamente y más fosfolípidos. Estas nuevas partículas reciben el nombre de VLDL, del inglés Very Low Density Lipoproteins o en castellano, lipoproteínas de muy baja densidad. Estas partículas viajarán por el cuerpo como los quilomicrones, repartiendo ácidos grasos y un poquito de colesterol y vaciándose poco a poco. En este proceso, como en el caso anterior, interviene la proteína ApoC-II al activar la lipoproteínlipasa de los tejidos. Además de esta proteína, las VLDL presentan como principal proteína estructural a la ApoB-100, así como la ApoE que interviene en el reconocimiento para su recaptación con el hígado. 

Estas partículas se van vaciando a su paso por los tejidos, al ir liberando principalmente los triglicéridos, y se van haciendo cada vez más pequeñas y más densas. Cuando las VLDL se han vaciado bastante, pueden ser captadas por el hígado para su reciclaje, o pueden transformarse en LDL si ya han repartido todos los triglicéridos.

LDL

Estas lipoproteínas reciben su nombre de las siglas Low Density Lipoproteins, lipoproteínas de baja densidad, puesto que son más pequeñas y más densas que las VLDL. Estas lipoproteínas contienen principalmente colesterol, una pequeña porción es procedente de la dieta, pero la mayor parte es producido por el hígado. Las LDL son las principales encargadas de llevar colesterol al tejido adiposo, pero también a las glándulas adrenales, quienes emplearán este colesterol para sintetizar a partir de él todas las hormonas producidas por la corteza suprarrenal (mineralocorticoides, glucocorticoides, estrógenos y andrógenos). En los capilares que irrigan estos tejidos, encontramos unos receptores para las proteínas ApoB-100, que son el principal componente proteico de estas LDLs, Así estas LDLs se van vaciando de colesterol a su paso por los diferentes tejidos.

HDL

Como hemos visto antes, todas las células necesitan colesterol para mantener sus membranas con una fluidez adecuada, pero un exceso de colesterol puede ser dañino para las células, puesto que puede llegar a desestabilizar la membrana. Por este motivo, necesitamos otras partículas que recojan el exceso de colesterol en los tejidos. Estas partículas son las HDL (High Density Lipoproteins, lipoproteínas de alta densidad) y llevan a cabo lo que se denomina como transporte inverso: recoge el colesterol sobrante en los tejidos y lo lleva al hígado.

Las HDL se sintetizan en el hígado, pero no son las esferas que veremos más adelante, porque todavía no están llenas de colesterol, son una especie de discos formados por fosfolípidos y proteínas ApoA-I. Estas lipoproteínas discoidales van viajando por el torrente sanguíneo recogiendo el colesterol sobrante e hinchándose. Cuando estas partículas se han llenado, son recogidas por el hígado gracias a que los hepatocitos tienen receptores que reconocen la proteína ApoA-I. En el hígado este colesterol se almacena o se excreta al tubo digestivo por medio de la bilis.

Estas lipoproteínas son las que se conocen como "colesterol bueno", ya que son las que van retirando el exceso de colesterol de los tejidos y unos altos niveles de estas lipoproteínas se relacionan con un menor riesgo de sufrir accidentes cardiovasculares, al contrario que las LDL.


Estas diferentes lipoproteínas deberían aparecer en unas proporciones determinadas en la sangre, cuando estas proporciones se alteran, estamos ante una dislipidemia. En futuras entradas veremos diferentes casos de estas alteraciones.

Bibliografía

Feingold KR. Introduction to Lipids and Lipoproteins. [Actualizado el 19-01-2021]. In: Feingold KR, Anawalt B, Boyce A, et al., editors. Endotext [Internet]. South Dartmouth (MA): MDText.com, Inc.; 2000-. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK305896/

Zamora, R., Hidalgo, J. F. (2016). Lipoproteins. Encyclopedia of Food and Health: 544-549

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